
Es el segundo exacto en el que se pierde una mirada en el infinito, cuando la púpila se dilata contemplando aquello que se desea, que se anhela, es entonces cuando parece que el corazón se realentiza y con él también el tiempo y los recuerdos y aparece la sonrisa, también lenta, verdadera, perfecta. Esos momentos no son tan solo bonitos, son eternamente perfectos.
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