Puede que nunca te llegara ninguna de mis cartas, tal vez
nunca quise enviártelas y esto no fuera más que una película que arme en mi
cabeza para notarte más cerca. Esta puede que sea una más de las miles de
excusas que me he puesto yo misma en el camino para pensar que tal vez tú me
querías, que tal vez yo me quería más si estabas a mi lado. Aun hoy me descubro
pensando que tal vez no me llames porque me quieres tanto que pienses que es
mejor para mí que te hayas ido lejos, que te hayas alejado ya no tan solo en la
distancia, sino también con las palabras y con los besos.
Puede que cuando te vea te prometa que ya no siento nada,
puede ser que tal vez ni tan siquiera te lo diga si no que te lo muestre con indiferencia que sin duda es el
mejor escudo del miedo que me da mirarte a los ojos y pedirte un explicación.
Tan solo esperaba que me dieras los buenos días todas las
mañanas, pero desde que yo deje de dártelos no he recibido ni tan siquiera un
simple hola por saludo. No espero ya de ti nada, ni tan siquiera quiero que
esperes ya de mi nada, porque está claro que ya no somos los mismos. Alguna vez
lo fuimos y fue divertido andar siempre
detrás, esperando una caricia, un beso o una simple confesión de amor, pero ya
no consigo ni tan siquiera imaginarme el vernos juntos de ninguna manera.
Ahora que recuerdo la luz de tu habitación, aquellas
canciones, aquellos pequeños momentos que eran solo nuestros y que tanto me
jodia que cambiaras por otros, siento lástima, pero no lástima porque sepa que
ya esos momentos no se van a repetir, si no lástima de verme tan ciega como
para pensar que alguna vez esto podría haber llegado a algún lado.
Fueron tantos los cuentos que me invente cuando recorría el
camino a mi casa que ni tan siquiera me daba cuenta de que deberías de
haber estado a mi lado para darme un
beso en el portal y decirme que me quedará cinco minutos más. Pero no lo
hiciste y cuando me di cuenta me dolió tanto que quise que me quisieras, ese
fue el error, el obligarte a quererme.
Yo esperaba de ti tanto que todo parecía tan bonito, pese a
las miles de pistas que me dabas, de que algún día te ibas a marchar y que ya
no dependería de mí el retenerte, y así fue, te marchaste y yo me quede tan
rota que aun hoy creo que me ha sido todo un reto el haberme arreglado sin ti.
Pero aquella vez que aquella chica rubia de ojos azules me
dijo que tú no hacías más que hablar de mí hasta que le dijiste que llegó ella
se me abrió un poco más el corazón. Igual que cuando me dijo que tal vez no deberíamos
estar juntos porque tú te tenías que ir y que entonces hubiera sufrido más.
Pero estoy segura de que no, de que no hubiera sufrido más,
porque te hubiera esperado, como fuera, pero hubiera permanecido estática, por
ti.
Ahora bien, se que una vez te dije que el lugar más
maravillo del mundo era el que está entre tu nariz y tu labio. Sé que alguna
vez te quise tanto que tú te desentendiste de hacerlo porque ya me encargaba yo
de querernos por los dos.
Ahora que ya no estás en mi vida pienso en darte las gracias
pero creo que no sería justo, porque las gracias debería de dármelas a mi misma
por haberte dejado ir. Por armarme de valor y dejarte marchar, sin más, sin
agobios, sin pretender gran cosa, tan solo el darme paz a mí misma, para poder
ser feliz.
Y aquellas muestras de desprecio que me diste alguna vez te
las perdono, te perdono todo y te agradezco otras muchas cosas. Sé que te ame
más de lo que puedo soportar, sé que una parte de mi se quedo en tu puerta
esperándote al igual que también se que no quiero que esa parte vuelva.
Te dejo entonces a ti con tu vida, con tus libros de
medicina, tu música de por las mañanas, tu sonrisa y tu beso escondido, te dejo
porque hace tiempo que te he dejado lo que no me había atrevido a escribírtelo.
Siempre que empiezo a contar nuestra historia no me sale
pero es que tal vez me equivocara de principio, porque para entender nuestra
historia hay que empezar por el final. Para poder comprenderte, para poder
comprenderme hay que empezar primero diciendo como termino todo, como pudo ser
que yo dejara que te marcharas.
Es por eso que te escribo esta última carta Daniel
centrándome en el final, para que me resulte más sencillo hacerlo, para que tú
puedas comprender porque siempre pensé que eras tú el que se había ido cuando
en verdad fui yo la que te dejo marchar, solo que tú nunca volviste.
Ana.