Un secreto vale lo que aquello de quienes tenemos que guardarlo

lunes, 21 de noviembre de 2011

Todo lo que nos dijismo cuando prometimos no prometer nada (Parte II)

La Graciosa, enero de 2010 (nuestro pequeño rincón del mundo)

Fue cuando me empezaron a doler los huesos cuando me preocupe, llevaba días pensando que la situación se me estaba escapando de las manos que, por cierto, en ese momento también me dolían, me dolía todo. Empecé a fumar de nuevo, lo había dejado cuando empecé a estudiar medicina ya que me parecía hipócrita defender la salud con un cigarro en la boca y eso que ella fumaba, y tanto que fumaba y siempre se las arreglaba para poner una excusa para no dejarlo hasta el día que me dijo “Daniel, me gusta fumar, el olor y el sabor, me gusta desde el primer cigarro”, le gustaba repetir mi nombre hasta la saciedad. Me he dado cuenta de que hablo de ella en pasado lo cual me preocupa aun más que el dolor de hueso del que antes hablaba. Lo primero que pensé fue que estaría enfermo, no lo estoy, estaba cansado o más bien frustrado. Mi vida era como un molde de galletas, estaba delimitado para ser de una forma que no podía cambiar, tenía que ser perfecto. Un puto molde de galleras, eso me lo dijo ella el día que le dije que quería estudiar medicina y se me olvido entonces que siempre tenía razón. Sin querer le eche la culpa a ella del dolor, porque era ella la me había hecho replantearme mi error mil veces, la que me decía que para ser feliz había que ser de vez en cuando un chico malo. Me dijo en su momento que yo tenía que ser una estrella y no un diamante. Ella, ella, ella y yo mite el billete de avión ¿A dónde? A ninguna parte, porque en verdad yo se que me quede con ella.
Su felicidad me abrumaba porque yo no era feliz en aquel piso de Madrid, que jodida es la realidad a veces. Ahora me enfrento a que puede que mi felicidad fuera ella y que ahora solo soy un molde de galleras vacio y con dolor de huesos. Miro la foto de nuestro pequeño rincón del mundo y creo que voy a llamarla.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Todo lo que nos dijismo cuando prometimos no prometer nada





Ella dormía con la boca entre abierta, abrazando la almohada y susurrando palabras por la noche. Por las mañanas nunca daba los buenos días y bostezaba sin ponerse la mano en la boca. El pelo se le pegaba por el lado derecho de la cara y la otra se convertía en la mata de pelo asesina de la que tanto me reía. No bebía café per esnifaba su olor en cantidades industriales, yo prefería no hacerlo pero era la única manera de hacerla sonreír por las mañanas. Yo la quiero, quiero que sea bajita y que me mire desde abajo con sus enormes ojos marrones, quiero poderla levantar con tan solo hacerle cosquillas en aquel lugar que descubrimos en un apartamento demasiado pequeño como para tanta gente. Gente, gente que nunca nos entendió y ahora aquí, entre canales, todo parece fluir un poco mejor ¿no? Pero la gente sigue jodiendo igual y no porque ella no sea perfecta, si no porque siempre me creí menos que ella. Sé que ella siempre quiso volver aquí y que quería hacerlo conmigo, hacerlo mientras los barcos pasaban pegados a las casas y el mar no encontraba límites para arrasar con esta ciudad hundida. Ahora solo sé que me gustaría que estuviera aquí, cantándome esa canción de hombre g al oído mientras le suplico que pare porque no tengo ganas de que llueva esta noche.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Reflexión de dos horas sobre la vida en general y sobre ti en particular (parte III)








En el cajón de la derecha sigue tu taza de hakuna matata que no ha vuelto a salir de allí desde aquel domingo por la mañana. Lo mismo pasa con tus Chocapic… Me da miedo tirarlo todo y mandarlo a la mierda y eso que ya han pasado dos meses.
He adquirido la manía de extender el brazo por el lado izquierdo de la cama buscándote, esperando para oírte respirar fuerte por las noches, el otro día me descubrí dándole un manotazo a tu almohada y diciéndote “Daniel estás roncando”, ya no sé si es que me estoy volviendo loca o es que ya echo de menos has tus manías y defectos más absurdos. Echo de menos oír el futbol en la tele los fines de semana y verte con los auriculares puestos escuchando la radio mientras, que no te guste ver el telediario y que cada vez que lo pongo me hicieras competencia con the kiss desde la habitación. Quiero que vuelvas al lado izquierdo de la cama.
Ante todo ahora mismo quiero que me recuerdes el por qué esta casa, normalmente, no es tan fría en invierno y que no quieras encender el calefactor porque pienses que el frio es la manera que tiene el invierno de unir a las personas. Este invierno esta siendo el más frío de todos, que ironía ¿no te parece?
Se me olvidaba… Me metí en mi correo el lunes, desde que te fuiste no me había metido, no por nada en especial si no porque ya sabes que nunca me meto, y ya sé dónde estás, veo que sigues teniendo la manía de poner mi correo en vez del tuyo. Puede que fuera sin querer o queriendo, yo simplemente he empezado a desconocerte.
Daniel espero que si vuelves algún día te acuerdes de traerme un jersey a rayas que el mío ya sabes que se me perdió. Un beso desde España.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Reflexión de dos horas sobre la vida en general y sobre ti en particular (parte II)










Hoy ha llovido. Me he sentado con la manta junto a la ventana, se ha adelantado el invierno este año, supongo que eso te hará feliz Daniel, a mí solo me recuerda a ti.
Al abrir la manta me encontré con aquella mancha de café y te vi sentado a las tres de la mañana, tapado con los ojos muy abiertos y moviendo la pierna derecha (nunca te sentó bien el café) explicándole a mi mente adormecida el por qué de la fiebre. “Es un mecanismo de defensa del cuerpo” decías inmerso en tus apuntes cogidos rápido y mal. “Entonces ¿por qué hay gente que muere de fiebre?”, me miraste con la pupilas dilatadas y los pelos revueltos sobre la frente, sonreíste y me tiraste el cojín que nos regalo tu madre por nuestro tercer aniversario, fue entonces cuando cayó el café dejando aquella mancha imborrable en la esquina derecha de la manta. “Porque hay amores que matan” contestaste haciéndome cosquillas… Y tanto que matan.
Desde que te marchaste, bueno desde que te marchaste no, si no desde que me quedo claro que no ibas a volver no ha entrado más café en esta casa. Ya no huele a café por las mañanas porque me parecía inútil hacerlo solo para olerlo… Bueno podría hacerlo, darme el gusto de pasear por los recuerdos y después regalárselo a Eugenio, que últimamente parece que se ha instalado en las escaleras de nuestro portal, bueno de mi portal ( qué difícil es empezar a acostumbrarse ) y no tiene ninguna intención de irse pese a las múltiples quejas de los vecinos. Aun la del 5º derecho me mira mal por los pasillos al acordarse de aquella vez que me vio sentada junto a Eugenio hablando de la vida en general y sobre ti en particular pero es que cuando te fuiste me apetecía hablar con alguien imparcial que no me dijera la que yo quería escuchar. Que si, que la autocompasión es bueno los primeros días, eso de que preguntes “Que he hecho mal” y que te respondan “el problema es él no tu” y que casi te lo creas, pero sé que no, Daniel, se que tú no eres el problema sino la fiebre que intento curarlo.
Han pasado ya dos meses y aun hoy te puedo prometer que me hubiera pasado toda mi vida entre tu nariz y tu labio superior, pero el recuerdo es cada vez menos nítido, me quedan las fotos de nuestro viaje a Kenia, las del metro de Madrid (aquella nuestra gran mudanza), de nuestra conquista del nuevo mundo… estas últimas me hacen reflexionar y pensar que perdí mucho tiempo sacando fotos a los paisajes. Y pensar que ahora podría haber tenido fotos de cada una de tus pestañas, de tu sonrisa y de aquella arruga que se te forma en la frente cada vez que te enfadas.
Acaba de empezar a llover, hoy el día esta triste, puede que tu teoría de los iones negativos no funcione, será porque a lo mejor no estás aquí para hacerme pensar que pasar el día dentro de casa acampando entre el sofá y la cama puede ser el mejor plan para un domingo por la tarde.
Aquella canción que decía “que hago yo cuando el domingo es por la tarde y el campeón se hace cobarde y se pregunta donde esta” nunca había adquirido tanto significado. Yo me llevo preguntando donde estas desde que te fuiste Daniel, pero el domingo esa pregunta se convierte en obsesión, es mas creo que cogeré el paraguas de lunares y saldré a buscarte. A ti siempre te gusto la lluvia y hoy seguro que no te importara mojarte. Ahora solo me queda tener claras las palabras que te diré cuando te vea puede que con un “te echo de menos” baste o al menos antes bastaba.

Bueno, voy a buscarte, espero que no estes lejos aunque en este momento te sienta a miles de aviones de aqui.

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