Un secreto vale lo que aquello de quienes tenemos que guardarlo

lunes, 9 de junio de 2014

A veces soy como una mariposa monarca, me voy lejos






Puede que nunca te llegara ninguna de mis cartas, tal vez nunca quise enviártelas y esto no fuera más que una película que arme en mi cabeza para notarte más cerca. Esta puede que sea una más de las miles de excusas que me he puesto yo misma en el camino para pensar que tal vez tú me querías, que tal vez yo me quería más si estabas a mi lado. Aun hoy me descubro pensando que tal vez no me llames porque me quieres tanto que pienses que es mejor para mí que te hayas ido lejos, que te hayas alejado ya no tan solo en la distancia, sino también con las palabras y con los besos.
Puede que cuando te vea te prometa que ya no siento nada, puede ser que tal vez ni tan siquiera te lo diga si no que te lo  muestre con indiferencia que sin duda es el mejor escudo del miedo que me da mirarte a los ojos y pedirte un explicación.
Tan solo esperaba que me dieras los buenos días todas las mañanas, pero desde que yo deje de dártelos no he recibido ni tan siquiera un simple hola por saludo. No espero ya de ti nada, ni tan siquiera quiero que esperes ya de mi nada, porque está claro que ya no somos los mismos. Alguna vez lo fuimos  y fue divertido andar siempre detrás, esperando una caricia, un beso o una simple confesión de amor, pero ya no consigo ni tan siquiera imaginarme el vernos juntos de ninguna manera.
Ahora que recuerdo la luz de tu habitación, aquellas canciones, aquellos pequeños momentos que eran solo nuestros y que tanto me jodia que cambiaras por otros, siento lástima, pero no lástima porque sepa que ya esos momentos no se van a repetir, si no lástima de verme tan ciega como para pensar que alguna vez esto podría haber llegado a algún lado.
Fueron tantos los cuentos que me invente cuando recorría el camino a mi casa que ni tan siquiera me daba cuenta de que deberías de haber  estado a mi lado para darme un beso en el portal y decirme que me quedará cinco minutos más. Pero no lo hiciste y cuando me di cuenta me dolió tanto que quise que me quisieras, ese fue el error, el obligarte a quererme.
Yo esperaba de ti tanto que todo parecía tan bonito, pese a las miles de pistas que me dabas, de que algún día te ibas a marchar y que ya no dependería de mí el retenerte, y así fue, te marchaste y yo me quede tan rota que aun hoy creo que me ha sido todo un reto el haberme arreglado sin ti.
Pero aquella vez que aquella chica rubia de ojos azules me dijo que tú no hacías más que hablar de mí hasta que le dijiste que llegó ella se me abrió un poco más el corazón. Igual que cuando me dijo que tal vez no deberíamos estar juntos porque tú te tenías que ir y que entonces hubiera sufrido más.
Pero estoy segura de que no, de que no hubiera sufrido más, porque te hubiera esperado, como fuera, pero hubiera permanecido estática, por ti.
Ahora bien, se que una vez te dije que el lugar más maravillo del mundo era el que está entre tu nariz y tu labio. Sé que alguna vez te quise tanto que tú te desentendiste de hacerlo porque ya me encargaba yo de querernos por los dos.
Ahora que ya no estás en mi vida pienso en darte las gracias pero creo que no sería justo, porque las gracias debería de dármelas a mi misma por haberte dejado ir. Por armarme de valor y dejarte marchar, sin más, sin agobios, sin pretender gran cosa, tan solo el darme paz a mí misma, para poder ser feliz.
Y aquellas muestras de desprecio que me diste alguna vez te las perdono, te perdono todo y te agradezco otras muchas cosas. Sé que te ame más de lo que puedo soportar, sé que una parte de mi se quedo en tu puerta esperándote al igual que también se que no quiero que esa parte vuelva.
Te dejo entonces a ti con tu vida, con tus libros de medicina, tu música de por las mañanas, tu sonrisa y tu beso escondido, te dejo porque hace tiempo que te he dejado lo que no me había atrevido a escribírtelo.
Siempre que empiezo a contar nuestra historia no me sale pero es que tal vez me equivocara de principio, porque para entender nuestra historia hay que empezar por el final. Para poder comprenderte, para poder comprenderme hay que empezar primero diciendo como termino todo, como pudo ser que yo dejara que te marcharas.
Es por eso que te escribo esta última carta Daniel centrándome en el final, para que me resulte más sencillo hacerlo, para que tú puedas comprender porque siempre pensé que eras tú el que se había ido cuando en verdad fui yo la que te dejo marchar, solo que tú nunca volviste.


Ana. 

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