Un secreto vale lo que aquello de quienes tenemos que guardarlo

domingo, 6 de noviembre de 2011

Reflexión de dos horas sobre la vida en general y sobre ti en particular (parte II)










Hoy ha llovido. Me he sentado con la manta junto a la ventana, se ha adelantado el invierno este año, supongo que eso te hará feliz Daniel, a mí solo me recuerda a ti.
Al abrir la manta me encontré con aquella mancha de café y te vi sentado a las tres de la mañana, tapado con los ojos muy abiertos y moviendo la pierna derecha (nunca te sentó bien el café) explicándole a mi mente adormecida el por qué de la fiebre. “Es un mecanismo de defensa del cuerpo” decías inmerso en tus apuntes cogidos rápido y mal. “Entonces ¿por qué hay gente que muere de fiebre?”, me miraste con la pupilas dilatadas y los pelos revueltos sobre la frente, sonreíste y me tiraste el cojín que nos regalo tu madre por nuestro tercer aniversario, fue entonces cuando cayó el café dejando aquella mancha imborrable en la esquina derecha de la manta. “Porque hay amores que matan” contestaste haciéndome cosquillas… Y tanto que matan.
Desde que te marchaste, bueno desde que te marchaste no, si no desde que me quedo claro que no ibas a volver no ha entrado más café en esta casa. Ya no huele a café por las mañanas porque me parecía inútil hacerlo solo para olerlo… Bueno podría hacerlo, darme el gusto de pasear por los recuerdos y después regalárselo a Eugenio, que últimamente parece que se ha instalado en las escaleras de nuestro portal, bueno de mi portal ( qué difícil es empezar a acostumbrarse ) y no tiene ninguna intención de irse pese a las múltiples quejas de los vecinos. Aun la del 5º derecho me mira mal por los pasillos al acordarse de aquella vez que me vio sentada junto a Eugenio hablando de la vida en general y sobre ti en particular pero es que cuando te fuiste me apetecía hablar con alguien imparcial que no me dijera la que yo quería escuchar. Que si, que la autocompasión es bueno los primeros días, eso de que preguntes “Que he hecho mal” y que te respondan “el problema es él no tu” y que casi te lo creas, pero sé que no, Daniel, se que tú no eres el problema sino la fiebre que intento curarlo.
Han pasado ya dos meses y aun hoy te puedo prometer que me hubiera pasado toda mi vida entre tu nariz y tu labio superior, pero el recuerdo es cada vez menos nítido, me quedan las fotos de nuestro viaje a Kenia, las del metro de Madrid (aquella nuestra gran mudanza), de nuestra conquista del nuevo mundo… estas últimas me hacen reflexionar y pensar que perdí mucho tiempo sacando fotos a los paisajes. Y pensar que ahora podría haber tenido fotos de cada una de tus pestañas, de tu sonrisa y de aquella arruga que se te forma en la frente cada vez que te enfadas.
Acaba de empezar a llover, hoy el día esta triste, puede que tu teoría de los iones negativos no funcione, será porque a lo mejor no estás aquí para hacerme pensar que pasar el día dentro de casa acampando entre el sofá y la cama puede ser el mejor plan para un domingo por la tarde.
Aquella canción que decía “que hago yo cuando el domingo es por la tarde y el campeón se hace cobarde y se pregunta donde esta” nunca había adquirido tanto significado. Yo me llevo preguntando donde estas desde que te fuiste Daniel, pero el domingo esa pregunta se convierte en obsesión, es mas creo que cogeré el paraguas de lunares y saldré a buscarte. A ti siempre te gusto la lluvia y hoy seguro que no te importara mojarte. Ahora solo me queda tener claras las palabras que te diré cuando te vea puede que con un “te echo de menos” baste o al menos antes bastaba.

Bueno, voy a buscarte, espero que no estes lejos aunque en este momento te sienta a miles de aviones de aqui.

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