Como se puede
hacer comprender a aquel que de tanto callar se muerde la lengua y se hace
heridas en los labios, se las curaría con besos, de verdad que se las curaría con
besos. Me siento delante y le agarro la mano fría como el hielo y le pregunto
qué como haría él sin mí, con quién se sentaría en la playa a ver a las
gaviotas mientras el viento nos revuelve los principios, dime Héctor a quién le
dirías tantas veces que no le amas, cuantas lágrimas han de brotar. Los borrachos siempre dicen la verdad o si no
se la inventan y él, sentado allí con las manos tan frías como el corazón, me
mira y me dice que me quiere. No sé quién sabe lo que es el dolor, lo que es el
veneno entre el corazón y la garganta, un desgarro de piel, de fuerzas que se
escapan por las lágrimas, de lágrimas que se van porque ya no lo soportan más.
Me falta ya solo quitarle a ella el velo mientras me acuesto después en su cama
y le cubro con los besos más bonitos.
- El día que
muera la poesía o simplemente desee escaparse te juro que me iré con ella y
será la única que me robe las lágrimas, te juro que hoy aquí, entre tus sabanas
de mentiras y vergüenza escondida en los cajones de la ropa interior, hoy, ya no
puedo permitir que te pierdas entre insinuaciones. Ya no quiero tus rosas ni
mucho menos quiero tus escalofríos. El día que muera la poesía me iré en busca
de su heredero y no quiero que ese día me agarres la mano suplicando.
-La poesía no morirá nunca mientras nosotros vivamos. Poesía
somos nosotros porque rompemos los planes y nos descoordinamos los
pensamientos. Escribir no es un pasatiempo, un deporte, es una servidumbre que
hace de sus víctimas unos esclavos (Vargas Llosa) y te podrás marchar donde
quieras, te atare con las palabras Bea no con las manos
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